Cuando se cumple un año de la Dana que azotó la Comunidad Valenciana, hablamos con Andrea Bosch Angresola, vecina de El Puig y residente en Alfafar, una de las localidades más afectadas por las inundaciones. Andrea nos abre su corazón y nos invita a conocer, desde la emoción y la sinceridad, cómo vivió aquellos días en los que el agua y el barro invadieron su hogar. Su testimonio es especialmente conmovedor: su bebé tenía poco más de dos meses cuando todo ocurrió. En esta entrevista, comparte su experiencia, sus miedos, su resiliencia y el proceso de reconstrucción (no solo material, sino también emocional) que ha vivido desde entonces.
1. ¿Cómo recuerdas aquel día en que la Dana afectó tu casa en Alfafar?
Lo que más recuerdo es la incertidumbre. No sabíamos hasta dónde llegaría el agua. Nos asomábamos constantemente a la ventana de la habitación de arriba para ver cómo subía el nivel de la calle en cuestión de minutos. Mientras tanto, bajábamos una y otra vez para intentar frenar la entrada de agua con toallas y colocar en alto todo lo que pudiéramos salvar.

2. ¿Qué fue lo más difícil de enfrentar en ese momento, especialmente siendo madre reciente?
Lo más duro fue preguntarnos si seríamos capaces de proteger a nuestro hijo, que apenas tenía dos meses. Nos quedamos sin luz, no podíamos ni cambiarle el pañal. Tuvimos la suerte de poder alimentarlo porque le daba el pecho. Tampoco teníamos cobertura para avisar a nuestras familias de cómo estábamos.
3. ¿Cómo afectó todo esto a tu maternidad, siendo madre primeriza con un bebé tan pequeño?
Me sentía completamente indefensa. No podía creer lo que estábamos viviendo con un bebé tan frágil. Esa misma mañana habíamos comprado cosas para su bautizo… y de repente todo cambió. Vivimos varios días entre barro, intentando exponerlo lo menos posible porque nos preocupaba mucho que respirara tanta humedad.

4. ¿Qué recuerdos se perdieron con la inundación? ¿Había objetos con valor sentimental que no pudiste recuperar?
Mi pareja tiene un hijo de 12 años y toda su infancia desapareció ese día: juguetes, cuentos, fotografías… Habíamos guardado muchas cosas con cariño, pero no pudimos salvarlo todo. También teníamos una habitación preparada con todo lo necesario para el bebé, y muchas de esas cosas se perdieron.
5. ¿Qué fue lo que más te dolió perder, más allá de lo material?
La sensación de perder el control de tu vida. En cuestión de segundos te conviertes en alguien vulnerable. Costaba imaginar que podríamos recuperar la normalidad, nuestras rutinas, nuestra estabilidad.
6. ¿Cómo fue ver tu hogar, ese espacio seguro, convertido en un lugar devastado por el agua y el barro?
Devastador. Ver cómo todo tu esfuerzo por mantener una casa se desmorona. El barro lo cubría todo, acompañado de humedad y frío. Era imposible limpiar sin que quedaran restos por todas partes. Amontonar tu vida en la puerta, entre muebles, recuerdos y barro, fue una de las imágenes más duras.

7. ¿Recuerdas alguna imagen o momento que se te haya quedado grabado de esos días?
Muchos. La cara de la gente al verme en medio del barro dando el pecho parecía sacada de una guerra. Coches apilados, vecinos buscando comida y agua potable, personas fregando con cubos llenos de agua estancada de los túneles… Pero también recuerdo con esperanza la llegada de mis cuñados al día siguiente y, sobre todo, el viernes, cuando muchos amigos del Puig vinieron a ayudarnos a limpiar.
8. ¿Qué tipo de daños sufriste en tu vivienda y pertenencias? ¿Qué pasó con los vehículos que teníais en la nave de tu suegro?
Nuestra casa tiene dos plantas, así que pudimos refugiarnos arriba. Pero la planta baja quedó completamente afectada: cocina, salón, comedor, lavadero, baño, trastero, despacho y la habitación de juegos. Además, perdimos nuestros dos coches y la moto, junto con el coche de mi suegro y el de su hermano, que estaban en una nave donde entraron dos metros de agua.
9. ¿Cuánto tiempo tardasteis en poder volver a vivir en vuestra casa?
Nos refugiamos dos semanas en casa de mis padres en El Puig. Tuvimos que volver porque el hijo mayor de mi pareja empezaba el colegio. Volvimos a una casa sin muebles, con cosas aún por limpiar y revisar. Vivíamos como podíamos, entre cajas y humedad.
10. Necesitando ayuda, también tuvisteis que ayudar a otros vecinos. ¿Qué acciones llevasteis a cabo?
Ayudamos a limpiar la sede de nuestra peña taurina, la nave de mi suegro, casas de amigos y familiares… incluso a buscar coches que habían sido arrastrados por el agua y no sabían dónde habían acabado.

11. ¿Todavía sufrís las consecuencias, como humedades o mobiliario dañado?
Sí. Esperamos meses para pintar y ver si las paredes secaban. Usamos deshumidificadores que nos prestó la Fundación Felisa, pero aún así siguen saliendo humedades. La puerta principal sigue deteriorada y hasta esta semana no habíamos encontrado a alguien que la reparara. La cocina sigue sin terminar y aún hay muebles por colocar.
12. ¿Recibiste algún tipo de ayuda institucional para afrontar las pérdidas?
La primera ayuda fue de la Generalitat, con 6.000 euros que nos permitieron empezar la reforma en enero, comenzando por el suelo, que tenía filtraciones de barro. Luego recibimos ayuda de Amancio Ortega a través del ayuntamiento. El resto vino de particulares, asociaciones como Cáritas o la Fundación Felisa, y también de amigos, peñas taurinas y la Comisión de Bous de Baix del Puig.
13. ¿Te sentiste orgullosa de tu pueblo, El Puig, al ver que llegaban autobuses de vecinos y material para ayudar a las zonas afectadas?
Muchísimo. El Puig respondió con corazón. Vinieron varias veces con autobuses llenos de ayuda. En la sede de nuestra peña repartimos comida y productos básicos que nos salvaron durante semanas. También vinieron amigos a repartir paella y ensalada para todos los vecinos. Fue emocionante.

14. ¿Qué significó para ti volver a casa de tus padres en El Puig en medio de esa situación tan difícil? ¿Crees que la solidaridad entre pueblos fue clave para sobrellevar lo ocurrido?
Fue durísimo separarme de mi pareja para poner a salvo a nuestro hijo. Cruzar esa línea invisible entre la devastación y la normalidad me impactó mucho. Llegar al Puig y ver a la gente en los bares, los niños jugando… mientras yo me sentía rota por dentro. La solidaridad entre pueblos fue fundamental para no sentirnos solos.
15. ¿Recibiste algún tipo de aviso o alerta antes de que se produjeran las inundaciones? ¿Crees que se podría haber evitado o minimizado el impacto?
Recibimos la alerta de Protección Civil cuando ya veíamos cómo se inundaba el túnel cercano. El miedo ya estaba dentro. Creo que el agua no se podía detener, pero sí se podría haber minimizado el impacto con un mensaje claro, directo y, sobre todo, mucho antes.
16. ¿Consideras que los responsables políticos han estado a la altura de las circunstancias?
En absoluto. Todos buscaban excusas y culpables en lugar de actuar. Primero hay que ayudar, luego ya habrá tiempo de investigar responsabilidades. Muchos actuaron tarde o no actuaron en absoluto.
17. ¿Cómo valoras la respuesta de las administraciones públicas en los días posteriores a la Dana?
Se vieron desbordadas. No sabían cómo reaccionar. Las primeras ayudas llegaron de amigos que cargaron sus coches con agua y productos de limpieza. Algunos caminaron durante horas para llegar hasta nosotros. Las fuerzas del Estado no aparecieron hasta pasados dos o tres días.

18. ¿Qué medidas crees que deberían tomarse para evitar que algo así vuelva a ocurrir?
Hace falta un equipo de expertos de verdad. Los agricultores de toda la vida ya sabían por dónde iba a ir el agua. Se necesita un sistema de alertas más claro y con tiempo suficiente. El mensaje que recibimos no advertía de la gravedad real. Tenía que haber dicho claramente: “Viene agua, poneros a salvo”.
19. ¿Qué te gustaría decirle hoy a quienes tienen la responsabilidad de proteger a los ciudadanos ante este tipo de emergencias?
Que se pongan en nuestra piel. Nadie nos avisó. Actuaron tarde y mal. Muchas personas salieron a ayudar por su cuenta, sin órdenes. Espero que ahora exista un verdadero plan de emergencia.
20. ¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?
Quiero dar las gracias, primero a La Veu del Puig por dar voz a nuestras historias y evitar que caigan en el olvido. También quiero mandar ánimo a todas las familias que han perdido a alguien o que aún luchan por volver a casa. Y, por supuesto, gracias a todos los voluntarios que vinieron a ayudarnos. Nunca lo olvidaremos.
Gracias por tu voz, Andrea: un testimonio que nunca debe caer en el olvido
Agradecemos profundamente a Andrea Bosch Angresola por abrirnos las puertas de su historia, por compartir con tanta honestidad y valentía uno de los momentos más duros de su vida. Su testimonio no solo nos conmueve, sino que también nos recuerda la importancia de la empatía, la solidaridad y la fuerza que nace del amor por los nuestros.
Andrea nos ha mostrado que, incluso en medio del barro, la oscuridad y la incertidumbre, hay luz: la que nace de una madre que protege, de una familia que resiste y de un pueblo que responde. Gracias, Andrea, por tu generosidad, por tu voz y por no dejar que esta historia se borre con el tiempo. Tu experiencia quedará grabada como un ejemplo de coraje y humanidad.

