Alicia Polo: “Vivir lejos no es fácil, pero te enseña a valorar lo esencial, a conocerte de verdad. Y nunca olvidar de dónde venimos. El Puig siempre será casa. Siempre será hogar”

LA VEU DEL PUIG

Nov 7, 2025 | Entrevistas

Hace veinte años, Alicia Polo dejó El Puig con una maleta llena de sueños y una decisión firme: perseguir su vocación artística. Lo que comenzó como una aventura en Madrid para estudiar Arte Dramático, acabó convirtiéndose en un viaje vital que la llevó hasta Galway, una ciudad irlandesa que hoy llama hogar.

En esta entrevista, nos comparte su recorrido personal y profesional, desde los castings en la capital hasta convertirse en manager de uno de los restaurantes más prestigiosos de Irlanda, galardonado con estrella Michelín. Pero también nos habla de su vínculo con El Puig, de lo que significa vivir lejos de los tuyos, de la resiliencia, la soledad, la amistad y el valor de mantener vivas las raíces.

Una conversación íntima, llena de anécdotas, aprendizajes y reflexiones que nos recuerdan que el mundo es mucho más grande que lo que nos rodea, y que a veces, para encontrarse, hay que atreverse a perderse.

1. ¿Qué te llevó a dejar El Puig hace 20 años?

Principalmente, el deseo de hacer realidad mis sueños: quería ser actriz. Por aquel entonces trabajaba en Makro de Albuixech y hacía castings casi cada mes, en los que solían seleccionarme. Recuerdo una conversación con una compañera que me animó a dar el paso; me dijo que si tenía un sueño, debía perseguirlo, porque de lo contrario me arrepentiría toda la vida. Tenía 28 años, ya no era una niña, y sabía que tenía mucho que perder y poco que ganar. Aun así, decidí lanzarme a la piscina.

2. ¿Antes de instalarte en Galway, viviste en algún otro lugar? ¿Cómo fue esa experiencia?

El 2 de octubre de 2005 me mudé a Madrid para estudiar Arte Dramático. Había sido bailarina de ballet durante muchos años, prácticamente me había criado sobre un escenario. Durante los diez años que viví en la capital, compaginé rodajes, castings, teatro, escritura de obras propias, ensayos, estudio de textos, promociones y cursos con jornadas de más de ocho horas en hostelería, el único oficio que me permitía cierta flexibilidad. Si surgía un casting, tenía que reorganizarlo todo para intentar prepararme. Algunos salieron bien, otros no tanto. La vida en Madrid no fue idílica. Pasé años sin vacaciones ni días libres, porque ese tiempo lo dedicaba a sacar adelante proyectos. Mis recuerdos de Madrid son duros, especialmente los últimos años, cuando la ciudad ya me había consumido toda la energía y apenas tenía fuerzas para afrontar los retos diarios. Por eso, justo diez años después, decidí mudarme a Galway, ya que vivir fuera de España era otro de mis sueños. En mayo de 2015, camino a una charla de Tim Robbins en Almagro, una amiga me habló de una ciudad preciosa con uno de los festivales de teatro más importantes de Europa. Pisé Galway por primera vez el 9 de noviembre de ese mismo año.

3. ¿Qué te hizo decidir que Galway sería tu nuevo hogar?

Inicialmente vine con la intención de quedarme solo cuatro meses. De alguna manera quería regresar a Madrid, porque mi vida aún estaba allí y no sabía cómo me afectaría emocionalmente vivir en otro país. Pero una semana después de llegar, montaron el mercado de Navidad, encendieron las luces del centro y decoraron todos los establecimientos. Me dije: “¡Parece que estoy dentro de un cuento!” Además, tuve la suerte de encontrarme con personas que me guiaron mucho. Al terminar esos meses que me había dado de margen, fui a la orilla del río Corrib, bajo un árbol frondoso incluso en invierno, a pensar y “preguntarle al viento” qué debía hacer: ¿volver o quedarme? Y por alguna razón, decidí quedarme.

4. ¿Qué recuerdas de tus primeros días allí? ¿Alguna anécdota curiosa? ¿Fue un comienzo fácil o difícil?

Los dos primeros meses fueron divertidos: estudiaba inglés y disfrutaba de la ciudad. Luego pasé otros dos meses como voluntaria en un hostel que nos ofrecía alojamiento. Éramos doce voluntarios de distintas partes del mundo viviendo en dos apartamentos pequeños. Me lo pasé muy bien. Pero cuando decidí quedarme, necesitaba conseguir un trabajo formal, y para ello requería “los papeles”, porque no olvidemos que soy inmigrante. Bueno, lo sigo siendo. Mi primer trabajo fue limpiando en el hospital de la ciudad. Recuerdo que algunas mujeres me preguntaban si me gustaba ese trabajo, y yo les decía que estaba aprendiendo más sobre la vida allí que en ningún otro sitio. Me miraban con incredulidad, pero era cierto. Estuve varias semanas en la planta de oncología y conocí pacientes que fallecieron en ese tiempo: personas con sueños, familias, jóvenes y mayores, con ganas de vivir, que de un día para otro veían cómo la vida se les escapaba. Fue duro, una bofetada de realidad.

5. ¿A qué te dedicas actualmente en Irlanda? ¿Tu trabajo está relacionado con lo que hacías en España?

Sí, está relacionado, aunque de forma distinta. Llevo más de 18 años siendo manager en restaurantes y negocios de hostelería, pero nunca me había visto en esta situación: actualmente soy la manager del mejor restaurante de todo Galway y uno de los más reconocidos de Irlanda: Aniar, galardonado con una estrella Michelín desde 2013. El nombre significa “que viene del oeste”, lo que refleja perfectamente la filosofía del restaurante: todos los ingredientes, e incluso gran parte de la decoración, cerámica y cubertería, provienen de artistas y artesanos de la costa oeste irlandesa.

6. ¿Qué diferencias notas entre el ambiente laboral irlandés y el español?

Hay muchas diferencias. Para empezar, el sueldo: aquí la mayoría de las empresas pagan por hora trabajada, lo que cambia la motivación desde el inicio. También se valora mucho al trabajador y el trato es distinto, al menos en mi experiencia. Siempre he tenido un fuerte sentido de la responsabilidad, he trabajado duro, y eso ha sido reconocido. Otro detalle importante: nunca dejan a un camarero solo en la sala, lo que mejora el ambiente laboral. Aquí no se explota a nadie, no se corre, no se suda; todo eso se considera incómodo. He llegado a tener equipos de siete camareros, otros tantos en cocina, más mi puesto en un restaurante medio. Las buenas condiciones aumentan la motivación y el rendimiento. Eso sí, como en todos los sitios, también hay quien se emborracha la noche anterior y llama diciendo que no viene, o quien se “pone enfermo” cuando hace sol. Recuerdo que una supervisora del hospital me confesó que mucha gente llamaba diciendo que estaba enferma los días soleados. ¡Tremendo! Hay de todo, como en cualquier país.

7. ¿Qué es lo que más valoras de tu entorno profesional en Galway?

Mantener una buena relación y comunicación fluida con el jefe y propietario del restaurante, el chef patrón JP McMahon, es fundamental. Sentir que puedo expresarme libremente y ser escuchada me hace sentir valorada. También valoro mucho la profesionalidad de mi equipo. Me preocupo por que tengan una vida personal plena. Cuanto más descanses y desconectes en tu tiempo libre, más eficaz serás en el trabajo. Algunos creen que, por ser un restaurante con estrella Michelín, se trabaja bajo presión constante. Me niego a eso. He tenido conversaciones con chefs nuevos que llegan con esa idea, y les explico que no es necesario. El equipo es excelente: profesional, disciplinado, creativo. No necesitan presión para rendir, porque ya lo hacen. Nos apoyamos, nos cuidamos, y nos cubrimos. Ese es mi mantra. Y cada día les recuerdo que son los mejores. Porque lo son.

8. ¿Cómo fue hacer amigos en Irlanda? ¿Te costó al principio? ¿Qué destacarías del carácter de los irlandeses?

Tuve mucha suerte. A la semana de llegar conocí a mis dos mejores amigas, una de Mallorca y otra de Madrid. Así que no fue difícil. Las redes sociales ayudaron mucho. Antes de mudarme, hacía preguntas en el grupo “Españoles en Galway” de Facebook, y una vez aquí me incluyeron en su chat de WhatsApp. Llegamos a formar un grupo grande de compatriotas, aunque la mayoría regresó a España. Otra gran amiga es de Albania; fuimos compañeras de trabajo en 2017 y desde entonces somos inseparables. Tener amigos irlandeses es más complicado, a menos que salgas mucho por los pubs, lo cual no es mi caso. Lo que más destacaría de los irlandeses es su generosidad, su buen humor y lo amables que son, especialmente las personas mayores.

9. ¿Hay alguna costumbre social que te haya sorprendido o encantado?

Lo que más me sorprendió fue cómo organizan los festivos. Excepto el día de San Patricio, patrón del país, todos los festivos caen en lunes, lo que permite disfrutar de tres días seguidos para descansar, viajar o estar en familia. Se llaman Bank Holidays y son días remunerados. Si trabajas ese día, se paga doble. También me sorprendió que los comercios cierren a las 6 de la tarde, las cocinas de restaurantes y pubs a las 9:30 de la noche, y el ocio nocturno termine entre medianoche y la una, según el día. Y esto lo digo con cariño, sin hacer apología del alcohol: me enternece ver a parejas de 60 o 70 años disfrutando de la música y de una copa en los pubs hasta pasada la medianoche.

10. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? ¿Has descubierto alguna afición nueva desde que vives allí?

En mi tiempo libre disfruto descansando con Paquito, mi perro. Vivimos en el antiguo barrio de pescadores, en Claddagh, a solo cinco minutos del centro y a dos de la playa, así que cada mañana salimos a pasear y jugar. También me gusta aprovechar mis días libres para comer o cenar en restaurantes como Cava Bodega, Kombu o Nimmo’s, o compartir una buena tabla de quesos y vino con amigos en Sheridans. Si salgo a algún pub, suelo ir al Bunch of Grapes o al Neachtains. En general, procuro que esos días sean de calma y desconexión. Me encanta estar en mi apartamento con Paquito, tener todo limpio y ordenado, encender una vela, bajar la luz, servirme una copa de vino y relajarme viendo una película o una serie.

11. ¿Hay algún rincón de Galway que consideres “tu lugar especial”? ¿Qué sitios recomendarías visitar a alguien que vaya por primera vez?

Mi rincón favorito es un banco bajo un árbol a orillas del río Corrib, desde donde se contempla el Long Walk, la calle de las antiguas casas de pescadores, cada una pintada de un color distinto. También recomiendo pasear por los canales que van desde la bahía hasta la catedral; cuando hace sol, ese recorrido es mágico. Una visita imprescindible es el Latin Quarter, el corazón de la ciudad, lleno de pubs, música y color. Tomarse una Guinness o un hot whiskey en cada uno es toda una experiencia. Otro plan es caminar los 4 km de playa hasta llegar al Blackrock, una torre de hormigón con distintas alturas desde la que los bañistas se lanzan al agua, tanto en verano como en invierno. Galway está llena de historias, algunas con presencia española como la Ventana de Lynch o el Spanish Arch. En 2019 empecé un videoblog en Instagram llamado “Pueblerina en Galway”, que luego renombré “Pueblerina viajera”, donde comparto curiosidades y relatos de la ciudad. También recomiendo visitar el barrio de Salthill, el Parque Nacional de Connemara y los Acantilados de Moher, que son simplemente espectaculares.

12. ¿Qué plato típico de El Puig echas más de menos? ¿Has cocinado alguna receta valenciana para tus amigos irlandeses?

Echo muchísimo de menos la paella, la auténtica, porque arroz con cosas se puede comer en cualquier parte, pero la del pueblo, la de casa, esa es insustituible. No soy una gran cocinera, pero sí preparo tortillas de patatas o de boniato, que incluso han probado mis compañeros de trabajo. También les he hecho algún que otro chivito.

13. ¿Qué comida irlandesa te sorprendió para bien?

Más que un plato concreto, me ha sorprendido la evolución gastronómica del país. Irlanda siempre ha sido conocida por sus patatas y su ternera, pero hoy en día, especialmente en Galway, hay una oferta culinaria impresionante. Restaurantes como Kai, Black Cat, Kirwan’s Lane y los que ya he mencionado ofrecen platos de altísima calidad, muchos elaborados con ingredientes orgánicos. Por ejemplo, el restaurante Dela tiene su propia granja y huerto, lo que garantiza una frescura y calidad incuestionables.

14. ¿Cada cuánto vuelves a El Puig? ¿Qué es lo primero que haces cuando llegas?

No tengo una frecuencia fija, pero no me puedo quejar: vuelvo cada dos por tres. A veces son visitas rápidas, otras me quedo más tiempo. Cada vez que regreso lo disfruto muchísimo. Volver a El Puig es volver a casa, al lugar donde me siento segura. La mayoría de las veces vuelvo para sanar, para reconectar conmigo misma. Vivimos en un sistema donde el estrés y la ansiedad están a la orden del día, y tengo la suerte de poder regresar al pueblo para descansar y desconectar cuando lo necesito.

15. ¿Qué es lo que más ha cambiado en el pueblo desde que te fuiste?

La gente… ¡ya no conozco a nadie! Fuera bromas, el pueblo ha evolucionado mucho. Hoy lo siento como una comunidad más solidaria, participativa y comprometida con quienes más lo necesitan. Hay muchísimos eventos, talleres y proyectos que promueven la inclusión, la motivación y el aprendizaje, tanto para niños como para adultos. Además, la oferta cultural ha crecido como nunca antes. Me atrevería a decir que cada semana tenéis algo nuevo, ¿verdad?

16. ¿Mantienes contacto con amigos o familiares de El Puig? ¿Qué es lo que más echas de menos?

¡Por supuesto! Mantengo el contacto con mis amigas de toda la vida. Aquí en Galway no tengo un grupo como tal, así que echo mucho de menos las risas con ellas, la complicidad, la confianza, la germanor. También tengo a mis hermanos, a quienes adoro, a los gatos y a más gente conocida. Me encanta volver al Puig, comprobar que todos están bien y regresar después a mi rutina con el corazón lleno.

17. ¿Qué te ha enseñado vivir fuera sobre ti misma?

Muchísimo. Salir de tu zona de confort y enfrentarte al peso de la soledad… ¡buf! eso es lo más difícil de asumir. Aprendes a confiar en tus decisiones, a gestionar tus emociones desde otra perspectiva y a adaptarte según las circunstancias. Te vuelves más fuerte, más resiliente. Mucha gente me anima a hacer el Camino de Santiago sin saber que ya lo he recorrido varias veces… sin haber pisado el Camino de Santiago. No sé si me explico.

18. ¿Te ves volviendo a El Puig algún día o ya eres “galwayense” para siempre?

Volver a El Puig es algo que tengo siempre presente, aunque no siempre es el momento adecuado. Sigo evolucionando personal y profesionalmente, formándome, aprendiendo, construyendo mi carrera. Por ahora, seguiré por estas tierras hasta que mi intuición, la vida o el viento me digan que ha llegado el momento de regresar.

19. ¿Qué consejo le darías a alguien de El Puig que esté pensando en irse a vivir al extranjero?

Es una experiencia única. No importa el destino, el tiempo que estés ni la edad que tengas: es una aventura que todos deberíamos vivir. Y no quiero romantizar la suerte. A veces creemos que todo es más complicado de lo que realmente es. Nuestro peor enemigo suele ser nuestra propia mente y sus pensamientos limitantes. Se puede preguntar, pedir ayuda, buscar consejo. Las redes sociales son una herramienta fantástica para informarse y resolver dudas. Vivir fuera te abre la mente, te llena de vivencias, te permite contar historias y llevar tu cultura a otros rincones del mundo. A veces no somos conscientes de que también aportamos, que somos pequeños faros para muchas personas. La riqueza que envuelve esta experiencia es impagable.

20. ¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?

En primer lugar, quiero dar las gracias a La Veu del Puig por darme la oportunidad de inaugurar esta nueva sección del periódico, dedicada a quienes vivimos lejos de los nuestros. Sin duda, es un espacio que nos conecta a través de nuestras historias. Y a quienes están leyendo esta entrevista, decirles que a veces creemos que el mundo es solo lo que conocemos, lo que nos rodea, pero hay tantas formas de vivir, de sentir y de aprender fuera de nuestra zona de confort que nos sorprenderían. Empatizar, entender y apoyar a los demás como nos gustaría que hicieran con nosotros es vital. Vivir lejos no es fácil, pero te enseña a valorar lo esencial, a conocerte de verdad. Y nunca olvidar de dónde venimos. El Puig siempre será casa. Siempre será hogar.

Gracias, Alicia, por compartir tu viaje con el corazón abierto

Gracias, Alicia, por abrirnos tu corazón. Por compartir con generosidad tu historia, tus vivencias, tus aprendizajes y también tus heridas. Escucharte es viajar contigo, sentir contigo y entender que detrás de cada decisión valiente hay una persona que lucha, que sueña y que no olvida de dónde viene. Tu testimonio nos recuerda que vivir lejos no significa estar desconectado, sino llevar las raíces contigo allá donde vayas. Desde El Puig, te enviamos un abrazo enorme y todo nuestro cariño. Esta será siempre tu casa.

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