Cada noche del 15 de agosto, víspera de la festividad de Sant Roc, un ritual ancestral vuelve a llenar de música, poesía y emoción las calles de este histórico municipio valenciano: la Nit d’Albaes. Más que una tradición, es una manifestación viva de la identidad cultural del pueblo, una noche donde la palabra cantada se convierte en vínculo, en homenaje, en celebración compartida.
Una noche que canta al alma del pueblo
La Nit d’Albaes no es simplemente un evento folclórico. Es una ceremonia íntima y colectiva que transforma el espacio urbano en escenario de afectos. Clavarios, vecinos, familiares, autoridades y personajes destacados del municipio reciben en sus puertas la visita de los cantadores y versadores, acompañados por la dolçaina y el tabalet, que entonan coplas improvisadas cargadas de humor, cariño y respeto.
Lo que hace única esta noche es su capacidad de entrelazar lo popular con lo poético. Las albaes no se leen, se sienten. Cada verso improvisado es una pincelada de memoria, una caricia verbal que honra la trayectoria de quien la recibe. En un mundo cada vez más acelerado y digitalizado, esta tradición oral nos recuerda el poder de la palabra dicha con intención, con arte y con comunidad.

El arte de improvisar con raíz
Los versadores que participan en la Nit d’Albaes son verdaderos artesanos del lenguaje. Su habilidad para crear coplas en décimas o cuartetas, adaptadas al momento y al destinatario, es un ejercicio de ingenio y sensibilidad. No hay guion, solo inspiración y conocimiento profundo de la historia local, de los vínculos personales, de las pequeñas anécdotas que hacen grande a un pueblo.
La música que acompaña las albaes, la dolçaina y el tabalet, no es mero acompañamiento. Es el latido rítmico que conecta el pasado con el presente, que envuelve la palabra en una atmósfera de solemnidad festiva. Cada parada frente a una casa es una escena teatral efímera, donde el protagonista es el homenajeado, pero el aplauso es para todos.

Comunidad, emoción y resistencia cultural
Lo más conmovedor de la Nit d’Albaes es su capacidad para generar comunidad. No hay distinción de edad, clase o ideología. Todos participan, todos escuchan, todos se emocionan. Es una noche donde El Puig se reconoce a sí mismo, donde se celebra lo cotidiano con una dignidad poética que pocas tradiciones logran alcanzar.
Además, en tiempos donde muchas costumbres corren el riesgo de diluirse en la globalización, mantener viva la Nit d’Albaes es un acto de resistencia cultural. Es afirmar que la identidad no es un ancla, sino una vela que nos impulsa hacia el futuro sin olvidar de dónde venimos.
Una tradición que merece ser protegida y difundida
Desde este espacio, reivindicamos la Nit d’Albaes como patrimonio inmaterial que debe ser cuidado, promovido y transmitido. No solo por su valor artístico, sino por su capacidad de generar vínculos, de emocionar, de educar en el respeto y en la memoria.
El Puig de Santa Maria tiene en esta noche una joya cultural que no debe quedarse en lo local. Las albaes merecen ser escuchadas más allá de sus calles, como ejemplo de cómo la tradición puede ser profundamente contemporánea cuando se vive con autenticidad.

Conclusión
La Nit d’Albaes es mucho más que una noche de fiesta. Es un espejo donde El Puig se mira y se reconoce. Es un canto a la vida compartida, a la palabra que une, a la música que emociona. Que nunca falten las voces que la mantengan viva, ni los oídos dispuestos a escucharla con el corazón.
¿Y tú? ¿Has sentido alguna vez cómo un verso cantado puede abrazarte?
Imágenes cedidas por el Ayuntamiento de El Puig